Historia sobre la importancia de amar a la familia en las buenas y en las malas

¡Hola!
Me llamo Soledad. Esta es mi historia.
Hace un año murió mi hermana y es mi culpa… bueno, sospecho que lo sea o no, pero ahí va.
Resulta que cuando nació (en 2018) vivimos una etapa complicada. El dinero casi no nos alcanzaba y nació… ella. Se llamaba Paulina.
Tenía unos ojos azules, pelo rubio y era una hermosura.
Pero… Poco a poco fui perdiendo el amor por esa criaturita. Lloraba hasta ya no tenerle paciencia. Cientas de veces pensaba en deshacerme de ella, pero no había caso.
Tenía que cuidarla mientras mis padres trabajaban en la oficina, cambiarle pañales, limpiarla, darle la mamadera, etc, y no lo soportaba. ¿Yo tenía que hacer eso? ¿Y encima con 12 años? No, no. No me merecía este estrés diario.
Un día le pedí a mamá para ir a la heladería con unas compañeras de clase. Ella me dejó ir, pero no sabía lo que me esperaba. Así que me bañé y me preparé para esa salida que iba a hacer. Le pedí prestada algo de plata a mi padre y me fui. Mi compañera Lucía me esperaba en la esquina de su casa y juntas nos fuimos a esperar a Micaela, otra de ellas. Este trío alborotado, se fue a tomar helado.
Nos pedimos sabores distintos.
Yo pedí chocolate y bainilla, Lucía pidió frutilla y chocolate granizado y Micaela pidió chocolate y menta. Luego de saborear un buen helado, pedimos un refresco y nos sentamos en la plaza que estaba en frente a charlar unos 10 minutos (eran las 9 y media) para antes de irnos a casa.
A la hora de irnos, le pedí a papá que me fuera a buscar pues mis compañeras se habían ido con sus padres. Mi papá me dijo que ya regresaba. Le dije que se apure porque estaba quedando muy tarde y frío. Él dijo de acuerdo pero me dejó esperando durante horas. Llegaron las 10, las 11, las 12 en fin… no llegaba. Así que me quedé en el banco de aquella plaza sin dormir. A las 5 de la madrugada fue cuando llegó al fin. Y lo peor, venía con la bebé.
Esa pequeñísima de tan solo 8 meses nos dejó en tremendas discusiones… si no fuera por ese paseo…
Le dije a papá que me había quedado durante horas esperando la llegada. Él me comentó que mamá no podía pasar por mí porque debía encargarse de sustituir a alguien en su trabajo que estaba durante las noches. Por eso él se quedó con la bebé.
Estaba tan… enojada que terminamos discutiendo. En una de esas, casi chocamos contra un árbol que teníamos en frente, pero cuando tocó frenar para marchar hacia atrás y doblar, chocamos.
Me desperté en el hospital con cables conectados por todos lados, las piernas enyesadas, por lo cual no las podía mover. Y tanto mareo…
Le pregunté a mamá por papá y mi hermana.
Ella me dijo que ninguno de ellos sobrevivió al accidente. Estaba triste y a la vez sentí culpa.
Esta historia nos enseña la importancia de amar a nuestros hermanos. El odio solo provoca cosas malas.

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